miércoles, 3 de septiembre de 2014

Mientras suena esa canción





Escuché una melodía, algo así como country. Abrí los ojos y eran tus manos tocándome como cuando acaricias las cuerdas de tu guitarra. 
Me sentí entonces como una partitura, ligera y eterna, dispuesta a formar parte de tus labios .
Miré por la ventana y noté la luna celosa, carente de miradas y poesías. 
Sabía que los versos de esa noche los escribiría  tan solo con tus besos. 
Esos besos que han dejado cicatriz en cada parte de mi cuerpo.
Abracé tus abrazos para vestir mi cuerpo desnudo e inspiré el húmedo perfume de tu relieve.

Entonces dejamos de ser carne y hueso,tan sólo fuego ardiente, fuego destructor.
Destruimos los muros que separaban nuestros sexos .
Tocaste de nuevo otra melodía, esta vez más cálida. Más profunda.



Más tarde, tarareaba aún esa canción

miércoles, 2 de julio de 2014

Perfumes para el alma



Hacía ya mucho que no salía de casa, llevaba tiempo encerrado con aquellos folios emborronados a los cuales intentaba darles sentido. Era su quinto libro y llevaba años sin escribir. Esa situación le había hecho sufrir una gran presión, por lo que ansiaba poder terminar algo para publicarlo y así recordarle al mundo que seguía siendo escritor.
Tal vez un paseo refrescaría su mente y llenaría su creatividad de nuevas ideas.
 Aquél anciano barbudo y canoso decidió salir a la calle tras no sé cuánto tiempo sin pisarla.

Mientras vagabundeaba entre la muchedumbre se percató de que él no era uno más de ellos. Destacaba como una mandarina en la nieve. Al pasar delante de un escaparate pudo observar su reflejo andrajoso y desaliñado, cayó en la cuenta de que ni siquiera había lavado su cara esa mañana.

Al mismo tiempo que continuaba con su paseo por las calles de la ciudad, un extraño estimulo le golpeaba fuertemente su cerebro. Le ardían las fosas nasales, como si hubiesen fumigado la ciudad. Pero no, no se trataba de pesticidas en ese caso, el fuerte olor provenía de las personas. ¡Eran sus perfumes!
Tras un incómodo sentimiento y un fuerte mareo decidió volver a casa. Parecía que esa mañana sólo refrescaría su mente con agua de colonia.
Tras llegar a casa y descansar sobre su silla de escribir, tomó con rabia e ira un bolígrafo y comenzó a desahogarse sobre sucios folios que habían dispuestos sobre la mesa:

<< El mundo está sobre-perfumado. Andas por las calles y solo percibes la mezcla de olores artificiales y empalagosos que desprende la multitud.
La gente perfuma sus cuerpos  como si estuviesen santificándose ante un todo poderoso, para mostrar lo bellas personas que son. Perfumes, litros de perfumes, para tapar cada poro de su piel, para fingir que son alienes que no sudan  y que jamás desprenden un mal olor de ninguna parte de su cuerpo.
La personas siempre quieren impresionar a otras personas. Las personas siempre quieren impresionarse a sí mismas. 
Da igual que seas un cateto que nunca ha abierto la tapa de un libro, cómprate un perfume caro, de esos de marca y rocíate la nuca, el pecho y todo lo que pueda impregnarse con ese alcohol y entonces serás una persona que merecerá la pena conocer, pertenecerás a la élite, a los VIP.
A la gente le encanta retocar su imagen y proyectar un físico ideal que encaje con los cánones de belleza.
¿Cuánto invierten en ser una persona potencialmente deseable, una de esas posiblemente  follable? 
Ahora tu tiempo es estrictamente para tu imagen y tu imagen se traduce en  tu puesto en la sociedad. Si quieres asegurarte un buen puesto más vale que tengas tiempo para dedicarle a tu imagen  (y ya de paso  un buen perfume para salir al exterior).
¿Imagináis el futuro? Perfumes para el alma. Algunos se pondrán cachondos solo con pensarlo. Perfumes que puedas beber y te hagan parecer una persona más intelectual, entendida en cualquier materia, conocedora de la historia, crítica con la actualidad y la política, experta en música y cinéfila, simpática y agradable, paciente…… Perfumes para que tu alma, tu ser, tu yo más profundo huelan a rosas y así parecer una rosa en el jardín.
 Al fin y al cabo es más fácil aparentar algo que llegar a serlo. ¿No es así? Y más viviendo en un mundo de apariencias. ¡Maldita sociedad echada a perder! Carente de sacrificio y esfuerzo, sin carisma ni valores.
¿Para quién escribo yo mis malditos libros?  >>

Reflexionó sobre la sociedad que le rodeaba, una gran desconocida para él. Apenas había dedicado tiempo a pensar en ella, en cada individuo que la conforma.
Entendió la importancia de escribir un buen libro rico en mensajes para la sociedad, para quien en definitiva él escribía, quienes comprarían sus libros y quienes con un poco de suerte no lo esconderían en una estantería sino que lo leerían.

miércoles, 28 de mayo de 2014

Una historia cualquiera





Esos labios, que nunca pudimos besar, 
se esfumaron entre el miedo y la tiniebla.


Esa historia de amor, se consumió en cenizas
 
antes de que ardiera.

"Dos no pueden ser uno, si alguno está herido"
 Dijo una boca, a otros oídos. 

 Llegó el hielo
y congeló sus palabras.
 Ya nunca más supieron nada más
(el uno del otro) 

 Lágrimas que no cayeron,
 risas que no compartieron. 

....



 Fue como un hola y adiós.



sábado, 17 de mayo de 2014

Tempus fugit. Memento mori.



Se miró al espejo. Entre polvos y grietas observó lo que parecía su imagen.
Un reflejo de lo que era su rostro. Lo contempló unos segundos extrañado, agitó la cabeza y volvió a centrar sus ojos en el espejo. 
Se escandalizó, aquél no podía ser él.
¿Acaso se había equivocado de espejo, O tal vez por despiste, el reflejo se habría confundido de espejo?
Ese hombre no se correspondía con lo que él recordaba ser.
Se apartó rápido y se sentó sobre su cama.
 Suspiró mientras intentaba calmar sus nervios.
Levantó sus manos y las acercó hacia su campo de visión.
Aquellas manos,¡¡ tampoco se correspondían con las suyas!!
Rapidamente subió sus piernas a la cama para  así poder remangar aquellos pantalones  que le impedían contemplarlas. Tras varios intentos fracasados por un fuerte dolor lumbar, pudo realizar el fin cometido.
Se quedó petrificado ante la imagen que se le presentaba.
Ahora sí que sí, aquello debía ser una broma! Esas no eran sus piernas!!
¿Qué demonios pasaba?
Ni su cara, ni sus manos ni aquellas piernas que contemplaba eran las que su memoria guardaba.
 Todo estaba sumamente arrugado y viejo, era como si hubiese olvidado su cuerpo en un baño caliente y lo hubiese recogido tras años de calendario. Volvió al espejo del que había huido hace un rato y se asomó tímidamente. En efecto, nada había cambiado con respecto a antes. El reflejo era el mismo, un rostro consumido por los años, desgastado y agrietado.
Levantó sus dedos hacia aquellas arrugas y las acarició suavemente. Podía notarlas con la yema de sus dedos una a una. Luego reparó en el brillo de aquellos ojos, eran dos ojos ahogados en la niebla. Translucidos a la luz, fríos y sin apenas vida. Como cuando una bombilla comienza a apagarse, así eran esas dos bolas redondas.
Era un rostro muy triste, se dijo para sus adentros.
Caminó despacio por la habitación hasta que sintió la gran necesidad de sentarse. Le dolían todos los huesos del cuerpo, era imposible permanecer un minuto más aguantando todo aquel peso.
Se sentó pensativo y divagante. ¿Qué había ocurrido? ¿En qué momento había pasado tan rápido el tiempo?  Se le había escapado entre sus manos como un suspiro y no se había percatado lo más mínimo.
Había dejado tantas cosas por hacer, cosas a las que ya no podía enfrentarse, ahora era demasiado tarde. Maldita sea! Tendría que haber ajustado una alarma, o tal vez, haberle pedido a alguien que le avisase de que su tiempo se esfumaba. Pero lo único que había hecho por todo este tiempo había sido hibernar en su pasividad.
Ausencia, ausencia y más ausencia.
Caminó hacia aquél espejo y se paró sólido ante él.
Sintió como aquél objeto se comunicaba con él. Sintió que le decía:
Ahora ya, es demasiado tarde.

miércoles, 30 de abril de 2014

~Orgasmos~



Corría por la arena húmeda del bosque, sus pies golpeaban el suelo con fuerza  y removían la arena evocando un olor a tierra que le dominaba el cerebro.

Notaba el roce del aire fresco de la mañana sobre su piel semicubierta  erizándole el vello expuesto. 
Cuando paraba para tomar una bocanada de oxígeno sentía como se formaba una corriente de aire sobre su escote que  descendía hasta el final de su vientre.

Era absolutamente placentero correr con aquella brisa. 
Respiraba profundamente y sentía como se habían sumado otros olores al de la arena. Percibía el eucalipto, la secuoya, el magnolio, el ciprés, el tilo,el roble…una mezcla excitante que había acelerado su corazón y todo su flujo sanguíneo.

Estaba a punto de abandonar la carrera por fatiga, le pesaba todo el cuerpo como si lo hubiesen decorado por el camino con guirnaldas de cemento, pero, tras recibir aquella brisa de olores y sensaciones no pudo más que seguir corriendo. 
Sus piernas se agitaban con fuerza deseando alargar aquel momento hasta la eternidad, con ansia de que nunca terminase o por lo menos que le diese tiempo a guardar en su memoria aquel sentimiento placentero.
Era libre por un momento, libre de humos y de ruido, libre de imagenes egoístas, libre de gritos y de bostezos, libre de críticas, libre de esperas, libre de alarmas, de exigencias, libre de todo y de todos, tan solo ella, el entorno y aquel calor interno que se le había formado.

El frío viento  besaba su rostro penetrando en sus ojos,obligándole a derramar algunas lágrimas. Éstas se paseaban por todo el contorno de sus pómulos, formando un pequeño río que iba a morir a sus labios. Percibía el gusto salado de aquella agua como si hubiese metido la lengua en el inmenso mar.
Allí estaba ella, con olor a tierra y árboles, con sabor a mar, con un gran calor interno y un abrigo de aire helado. Era la sensación más intensa y extraña que jamás había experimentado.
Paró súbitamente, no podía correr más, jadeaba excitada, pues su cuerpo reclamaba más oxígeno del que le estaba suministrando. Pero ella solo sentía placer, orgasmo, tal vez el más grande de todos sus orgasmos. 
Ni si quiera cuando se masturbaba y eso que ella se conocía bien,conocía cada parte de sus partes. Ni si quiera entonces. Aquello había sido algo diferente.

Pensó en los grandes placeres que se pierde la ciudad y se entristeció.

sábado, 11 de enero de 2014

No me llames amor, llámame loco


Levantó la tapa del ordenador portátil que había dejado sobre su mesa, se sentó y abrió el correo web como solía hacer junto al café de cada mañana.
Un mensaje nuevo. Todos los días recibía decenas de ellos pero ese mensaje era distinto ya que el remitente no era en este caso ningún despacho de antropología, ninguna revista de ciencia, ningún compañero de trabajo ni nada por el estilo. Se trataba de una joven estudiante que había participado en una de sus charlas universitarias. Se quedó sorprendido e inquieto y sin pensarlo una vez más lo seleccionó y lo abrió.

--Hola profesor, el pasado miércoles acudí a su charla universitaria acerca de la evolución de los sentimientos en homínidos. Fue una tarde muy amena y he de decir que quedé encandilada con sus conocimientos antropológicos, aunque hubo una parte de la charla que no logré asimilar bien. Usted aseguraba que el concepto que tenemos del amor era algo que no existía, puramente artificial. Dígame, ¿es algo científico o más bien suyo personal? ¿No será un sentimiento de despecho el que lo ha movido a semejante afirmación?--

Se quedó paralizado observando la pantalla de su ordenador, sin hacer ningún movimiento. En su vida de científico le había preguntado muchas cosas, de todo tipo, preguntas enrevesadas que le había costado horas poder contestar, preguntas ambiguas acerca de hipótesis científicas por confirmar, pero aquello, jamás esperó una pregunta igual.
Dirigió la flecha del ratón hacia el icono de basura con la intención de eliminar de su correo aquel estúpido mensaje. Pero no lo hizo, giró la flecha hacia el icono de responder y se puso eufórico y violento a golpear las teclas de aquel aparato:

--No me gustan los amores porque me dan dolor de cabeza . ¿Hay algo peor que un dolor de cabeza? Yo creo que no. ¡Mi maravillosa cabeza! Con todas sus partes bien puestas, y en lo más profundo,! ese carnoso tejido nervioso que tantas maravillosas ideas me da y con el que me dirijo a las charlas que tanto os gustan!
No, no soporto los amores porque me perturban el intelecto. ¿Quién coño inventaría el amor? Seguro que algún inepto científico que, cansado de no poder crear nada valioso para la sociedad, incapaz de entender las grandes  leyes de la física, idearía una excusa para justificar sus fracasos: “Veras la culpa la tiene el …el amor, ¡sí eso!, ¡resulta que estoy enamorado!” y ya la gente sentiría intriga por saber qué es eso del amor, empezarían a indagar en el asunto y ¡zas! Se extendió como un virus por todo el mundo. Yo me imagino que nacería de esa forma o de alguna manera parecida.
Es una mierda esto de odiar el amor, porque todos te miran con sus caras desencajadas y las orbitas de sus ojos a punto de estallar  y te dicen cosas como: “¿Odias el amor?, ¿qué clase de persona eres?” ¡Pues una persona que quiere pensar tranquila y en silencio! Maldita sea, ¿Es que nadie se da cuenta de lo entorpecedor que es amar y querer ser productivo a la vez? Por ejemplo observen a los eufóricos cristianos católicos y su gran amor por Dios, ¿Qué han conseguido a lo largo de miles de siglos amando a Dios? ¡Absolutamente nada! Siguen  estancados en sus teorías prehistóricas y nunca se han interesado por comprobar ninguna. Miren a aquellas parejas tan embelesados el uno con el otro que son incapaces de mover un solo pie sin consultarle antes a su gran amor. ¿Cómo vamos a avanzar así? ¿Qué futuro nos depara nuestro ciego amor-desamor?
Todas las tesis venideras  hechas por los nuevos  universitarios se centrarán en la teoría del amor y construirán facultades rosas con corazones donde sólo se irá a amar y a besar al prójimo, nadie podrá pasar sin su carnet de amoroso con el que te identificas como una persona que ama y no que piensa. Amar será el pan de cada día y el vino de nuestras alegrías.
¡Destruirán la ciencia! ¡Ellos destruirán la ciencia!—

Se detuvo en seco y fue consciente de lo que estaba escribiendo. Cerró los ojos y pensó en ella, en su pelo, en su fragancia, en sus ojos. No había podido volver a escribir nada desde que ella se marchó.