Hacía ya mucho que no salía de casa, llevaba tiempo
encerrado con aquellos folios emborronados a los cuales intentaba darles
sentido. Era su quinto libro y llevaba años sin escribir. Esa situación le
había hecho sufrir una gran presión, por lo que ansiaba poder terminar algo para
publicarlo y así recordarle al mundo que seguía siendo escritor.
Tal vez un paseo refrescaría su mente y llenaría su
creatividad de nuevas ideas.
Aquél anciano barbudo y canoso decidió salir a la
calle tras no sé cuánto tiempo sin pisarla.
Mientras vagabundeaba entre la muchedumbre se percató de que
él no era uno más de ellos. Destacaba como una mandarina en la nieve. Al pasar
delante de un escaparate pudo observar su reflejo andrajoso y desaliñado, cayó
en la cuenta de que ni siquiera había lavado su cara esa mañana.
Al mismo tiempo que continuaba con su paseo por las calles de la
ciudad, un extraño estimulo le golpeaba fuertemente su cerebro. Le ardían las
fosas nasales, como si hubiesen fumigado la ciudad. Pero no, no se trataba de
pesticidas en ese caso, el fuerte olor provenía de las personas. ¡Eran sus
perfumes!
Tras un incómodo sentimiento y un fuerte mareo decidió volver a casa. Parecía
que esa mañana sólo refrescaría su mente con agua de colonia.
Tras llegar a casa y descansar sobre su silla de escribir, tomó con rabia e ira un bolígrafo y comenzó a desahogarse sobre sucios folios que habían dispuestos sobre la mesa:
<< El mundo está sobre-perfumado. Andas por las calles
y solo percibes la mezcla de olores artificiales y empalagosos que desprende la
multitud.
La gente perfuma sus cuerpos como si estuviesen santificándose ante un todo poderoso, para
mostrar lo bellas personas que son. Perfumes, litros de perfumes, para tapar cada poro de su piel, para fingir
que son alienes que no sudan y que jamás
desprenden un mal olor de ninguna parte de su cuerpo.
La personas siempre quieren impresionar a otras personas. Las personas siempre quieren impresionarse a sí mismas.
Da igual que seas un cateto que nunca
ha abierto la tapa de un libro, cómprate un perfume caro, de esos de marca y
rocíate la nuca, el pecho y todo lo que pueda impregnarse con ese alcohol y
entonces serás una persona que merecerá la pena conocer, pertenecerás a la
élite, a los VIP.
A la gente le encanta retocar su imagen y proyectar un
físico ideal que encaje con los cánones de belleza.
¿Cuánto invierten en ser una persona potencialmente
deseable, una de esas posiblemente follable?
Ahora tu tiempo es estrictamente
para tu imagen y tu imagen se traduce en tu puesto en la sociedad. Si quieres
asegurarte un buen puesto más vale que tengas tiempo para dedicarle a tu imagen
(y ya de paso un buen perfume para salir al exterior).
¿Imagináis el futuro? Perfumes para el alma. Algunos se
pondrán cachondos solo con pensarlo. Perfumes que puedas beber y te hagan
parecer una persona más intelectual, entendida en cualquier materia, conocedora
de la historia, crítica con la actualidad y la política, experta en música y
cinéfila, simpática y agradable, paciente…… Perfumes para que tu alma, tu ser,
tu yo más profundo huelan a rosas y así parecer una rosa en el jardín.
Al fin y al cabo es
más fácil aparentar algo que llegar a serlo. ¿No es así? Y más viviendo en un
mundo de apariencias. ¡Maldita sociedad echada a perder! Carente de sacrificio
y esfuerzo, sin carisma ni valores.
¿Para quién escribo yo mis malditos libros? >>
Reflexionó sobre la sociedad que le rodeaba, una gran
desconocida para él. Apenas había dedicado tiempo a pensar en ella, en cada
individuo que la conforma.
Entendió la importancia de escribir un buen libro rico en
mensajes para la sociedad, para quien en definitiva él escribía, quienes comprarían sus libros y quienes con un poco de suerte no lo esconderían en una estantería sino que lo leerían.