lunes, 15 de octubre de 2012

MARY LA TIPHOIDEA


Corria el año 1884, y una bella y joven mujer se aventuró a atravesar el gran atlántico desde irlanda hasta tierras más lejanas en busca de oportunidades y de una vida mejor.

" Aunque mis pasos sean muy grandes, mis intenciones no lo son tanto " se dijo, " me marcho de mi tierra, pero solo busco un plato asegurado y porqué no un amor que me haga sonreír "

Mary decidió como destino los Estados Unidos, más concretamente Nueva york, la cual por aquellos tiempos estaba en pleno auge, y ofertaba un éxito asegurado a sus gentes.

Mary pisó tierras americanas. Un gran sentimiento de inferioridad e insignificancia le invadía su cuerpo, se sentía por vez primera minúscula, como una gota de agua en el gran océano.

Sin embargo no tuvo problemas para encontrar trabajo y pronto pudo aplicar sus dotes culinarias en las ricas cocinas de las familias neoyorquinas .

Mary, con tan solo 15 años comenzó una nueva vida en un nuevo lugar.
Pero lo que pintaba tan sencillo, no lo era para nada.

Algo tienen mis manos, he llegado a pensar, algo tiene mi piel, o tal vez mi alma. Cocino con esmero y dedicación, pongo el fuego lento para que todo vaya a su ritmo. Cautela Mary, me digo siempre, paciencia y cautela. Todos los guisos necesitan su tiempo. No te pases con la sal, pero tampoco te quedes corta. Remueve bien, hueleló. Por mis fosas entran los aromas, que luego analizo.
Que no queme pero tampoco quede frío. Algunos platos se sirven tibios.
Hierbas de colores que decoran mis sopas. Carne fresca para las más altas familias.
Para los niños patatas bien servidas.
Soy buena en esto, lo hago todo bien. Pero qué mala suerte!!

¿Existe la suerte? ¿existe el azar? ¿O sólo se dan relaciones causa-efecto?

Mary debía tener mala suerte, eso pensaba ella, pues en todas las casas en las que trabajó, pronto tuvo que dejarlas, todos los miembros habitantes caían enfermos.
Fiebre tifoidea.
No era raro por entonces ya que se trataba de una enfermedad bien extendida. Parecía que Nueva York no solo estaba en auge de trabajos y oportunidades, tenía una buena tasa de enfermedades.

Mary continuaba trabajando, pues no era ella la enferma, podía hacerlo.
Pero un hecho acontecido en el año 1906 cambiaría la vida de Mary.

Ese verano Mary fue contratada por Charles Henry Warren.
Mary viviría una temporada con él y su familia en la casa de campo de estos.
Ella cocinaba y ellos comían. Esa era la relación que les unía, nada más.
Pronto la hija pequeña de la familia enfermó gravemente, más tarde cayeron su esposa y otra hija, dos sirvientas y el jardinero.
Seis miembros de once, todos enfermos.
! maldita fiebre tifoidea! !me está arruinando los trabajos ! se dijo Mary.
Al enfermar la familia, mary abandonó la casa de la familia Warren para, una vez más, buscar otro trabajo.

El mundo de la ciencia es ilimitado, tuvo su inicio, pero no encuentra su fin. Siempre se descubren cosas nuevas, cosas lógicas de ahora, que en un pasado eran totalmente desconocidas e impensables.

Resulta que la fiebre tifoidea se trasmite por alimentos o agua.
Y eso se acababa de descubrir hacía poco.

Warren decidió descubrir de dónde habia salido tanta enfermedad para su familia. Contrató a investigadores que analizaron el agua de la casa.
Y qué sorpresa cuando llegaron los resultados: el agua estaba libre de patógenos.
Si no había sido el agua, debía ser la comida, lo que condujo esa investigación hasta la pobre y joven Mary.

- Toc toc. Llaman a la puerta.
 ¿Quien es? Déjeme en paz !
Está usted molestandome en mi casa.
Me da igual lo que sea usted! No le daré muestras de nada!
Yo estoy muy sana, y no me duele nada.
Marchesé!

¿Cómo puede ser que una persona sana sin ninguna dolencia ni molestia pueda ser transmisora de una enfermedad?
¿Cómo puedo yo, que salgo todos los días a la calle, que río y canto, que como sin problemas  que duermo bien, ser la causa de tus males?
Mary no podía entenderlo, nadie podía entenderlo.

Sin embargo los investigadores tenían grandes sospechas, y todo apuntaba a ella.

Mary llamaba a casas buscando oficio, y salía de ellas dejando un rastro de tifoideas.

Dios mío, ¿será verdad? ¿estaré embrujada? ¿cómo es posible?
lavaré mis ropas , recogeré mi pelo, debe ser eso, sí! lo es!

Mary lavó sus ropas y recogió su pelo, pero de nada sirvió para erradicar la maldición.

-Toc, toc. Llaman a la puerta.
¿Quién es? ¿policía?

Mary fué forzada a realizarse un análisis por orden del departamento de salud de New York.
Mary contenía Salmonella typhi el organismo causante de la fiebre tifoidea.

Es entonces cuando se acuñó el término de portador, portadora en este caso, es decir, persona asintomática  que transmite enfermedad. Por entonces eso era totalmente desconocido.

Mary fue obligada a ingresar en un hospital de cuarentena, dónde tras salir una vez y volver a causar contagios, ingresó de nuevo para permanecer de por vida.

La prensa , que siempre tiene buenas intenciones, la bautizó con el nombre de Mary la Tifoidea.
Y le regaló esta portada en un periódico:







martes, 9 de octubre de 2012

CONTRA EL ESTORNUDO, TOLERANCIA CERO



Llegan estaciones frías a nuestras tierras, nuestro globo se ha colocado de tal forma que permite que el calor del verano se disipe y nos llegue el frío gris del otoño.
Es momento de gripes y costipados, nuestras defensas bajan y dejan las puertas abiertas a miles de virus o bacterias que nos invaden y colonizan.
Es momento de nariz lagrimosa, pañuelos en las manos, tos seca, zumos de naranja, voces congestionadas, calcetines de lana, fiebres leves, guantes de colores y como no, el personaje más fiel de la escena:
 El estornudo.
En milisegundos se activan un gran número de músculos de nuestro cuerpo para reaccionar frente a un acto reflejo en el que intervienen de manera directa los pulmones.
Los músculos abdominales hacen subir al diafragma que se encarga de presionar a los pulmones.
A modo de inyección.
Sientes un cosquilleo que te invade toda la cara, un picor en la nariz,un  suave hormigueo que causa una pequeña sensación de placer.Hasta que te desinflas expulsando un huracán de aire por la boca además de por la nariz, que puede alcanzar una velocidad de hasta 160 km por hora.

Si pudiesemos paralizar este acto mientras ocurre, seguramente querriamos golpear a la siguiente persona que estornudase cerca de nosotros.
No solo puede resultar asqueroso, sino además infeccioso.
Tras el estornudo emitimos una gran cantidad de gotitas mucosas donde residen bacterias y virus dispuestas a encontrar un nuevo huesped donde instalarse.

Estos microseres pueden recorrer distancias de incluso kilómetros, así pues, alejarte del enfermo no te salvará. Lo siento.





Infecciones: Anatomia de un estornudo