" Ojala podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados."
E. Galeano
Cierro los ojos durante un corto periodo de tiempo, no veo nada, tan solo mi pensamiento.
Me calzo las aletas que me harán moverme entre los recuerdos, estoy intacta tumbada, tan solo la respiración de la gata a los pies de la cama. Quiero soñar ilusiones que me inyecten una sonrisa al despertar, olvidarme de los problemas que me acosan y persiguen en la realidad. Voy buceando en la tranquilidad, aquí nadie puede reclamarme nada, aquí no se puede llorar y todos ellos lo saben, aquí nadie llora.
Suena una campana que activa el remolino de mi conciencia y aunque intento despertar, mis parpados caen como pesas en la mar.
Estoy sola y por eso estoy tranquila, aquí nadie puede alcanzarme, aquí no tengo que pedir perdón.
Déjame que me quede un poco más, no me exijas horas y minutos, deja el tiempo en paz.Corro por los callejones de lo absurdo, observo el paisaje abstracto y pinto el cielo como me da la gana, luego me rio y paro, camino recordando que no tengo prisa, aquí no pienso que la vida se me escapa, que somos mortales y nos desgastamos.
Estoy feliz, aquí estoy feliz, aquí soy lo que quiero y como quiero, no me hagas despertar.¡Maldito reloj con sus prisas! No nos dejas vivir con calma y nos sacas de nuestra mejor guarida. ¡Prepotente! ¡estúpido!
Escuchando "Riders on the storm", The Doors, fuente de su inspiración, se encendió un cigarro con una cerilla que había encontrado en su cajón.
Dio la primera calada y retuvo el humo en sus pulmones al mismo tiempo que contemplaba aquellos folios en blanco.
Nada, inspiración cero.
Ser escritor era posiblemente el trabajo más estresante de todos, pues estabas sujeto al azar, solo cuando tu musa quisiese iluminarte, tu mano llamaría a la pluma para danzar sobre la hoja.
Aquél día su musa debía estar durmiendo, pero ese no era el problema.
El problema es que su musa debía de andar invernando pues hacía meses que no escribía nada.
Apuró la última calada de su cigarro y con ira lo apagó sobre el papel blanco,dejando un agujero chamuscado en un lado de la hoja.Envolvió la hoja sobre si misma a modo de pelota de tenis y la tiró al suelo,donde él consideraba que debía estar.
La cinta había continuado rodando, sonaba ahora "are strange", resultaba irónico oír justo esa canción,pues como un estraño se sentía,esa sensación de vacío, de ser escritor sin ser capaz de escribir nada.
Se levanto nervioso de su sillón. Se puso su gabardina ocre,caminó hacia la puerta y con un patrón motor abrió y cerró la puerta.
Salio a la calle camino de aquél lugar donde se olvidaban efimeramente las penas, el bar. Daba igual cual,pues todos estaban llenos de alcohol y eso era lo único que buscaba él.
Copa en mano y pensamientos profundos, su mente divagaba por el bar, observando aquellas personas en la oscuridad y recordando cuando antes todo era luz.
Tal vez fuese el final, " The end" dirián Los Doors . Lo triste no era no poder escribir, pensaba, la verdadera pena era no encontrar nada, absolutamente nada que lo inspirase.
Tragaba esos mililitros de coñac que el camarero habia vertido en su vaso. Bebía como si acabase de llegar de un largo viaje por el desierto,pero no ahogaba su sed, sino sus penas.
En un momento, cuando apenas quedaba ya líquido en su vaso, una voz le gritó desde dentro de aquel recipiente: ¿Dónde han quedado las Pasiones? Si el mundo muere,yo no puedo escribir,yo escribo sobre el mundo, inspirarme en personas que han perdido toda la esperanza, en personas que no chillan si se les pellizca,que no gimen si se las penetra,es algo imposible. No siento nada porque el mundo no me transmite nada. Los individuos ya no son individuos, forman una gran masa de un colectivo muerto. Todos son iguales, atienden a un patrón blanco que no dice nada. ¿Como escribir sobre lobotomías y que me quede bonito?
Sí, su musa era el pueblo,y el pueblo estaba dormido. No podía escribir nada.
Borracho y desaliñado se levanto del taburete que lo sostenía sobre la barra, ando zigzagueante hasta el final de aquel tugurio, subió los escalones que elevaban el escenario del suelo, tomó el micrófono y con un patrón cerebral cantó aquellas únicas letras que le inspiraban algo y le recordaban dónde se encontraba: