Un lugar donde podía vómitar todo el estrés que le producía la ciudad.
Inspiraba fuerte, para guardar en su adentro el orgásmico aroma que sobrevolaba todo el lugar.
Un conjunto de sustancias volátiles, que desprendían aquellas maravillosas flores, era el resultado de ese aroma.
Le gustaba escuchar el ruido de sus botas pisando la húmeda tierra, y tras andar unos largos metros, parar.
El no moverse le permitía poder escuchar, nada, tan solo el hábitat en el que se había introducido.
Cállate, no hables, respira lentamente, y podrás oírlo.
Son los pájaros. El viento que mueve las hojas. Esa ardilla devorando su robusta piña.El río que desciende, agitado. Es la calma de lo natural.
Luego seguía andando.
Aquí no había caminos, ni destinos, aquí no había intereses, tan solo andaba por placer.
Placer, que tan linda palabra, y que artificializada que la habíamos vuelto.
Miraba a su alrededor, y pensaba la cantidad de plantas que veía, y que no conocía.
No sabía nada de ellas!
No sabía nada de ellas!
Allí era una extraña.
Se propuso aprender, y hacer un cuaderno de campo con su memoria.
Era injusto, pensaba ella, pues nos interesamos en conocer todas las tecnologías que nos venden diariamente, pero ni más mínima atracción por aprender, cómo se llama esa planta con la que me cruzo.
Tantas cosas que desconocemos , que cuando nos exponen un simple proceso propio de la naturaleza, nos quedamos fascinados.
Recordó, un ejemplo.
Cuando le habló a sus amigos, de las margaritas.
Y de cómo cada pétalo era en realidad una flor, de cómo la margarita era un conjunto de flores , con la apariencia de una única flor.
Cuando le habló a sus amigos, de las margaritas.
Y de cómo cada pétalo era en realidad una flor, de cómo la margarita era un conjunto de flores , con la apariencia de una única flor.
Si que lo somos, se dijo. Somos ciegos ante lo natural.
Seguía paseando sin ningún fin, por el espeso monte.
Hasta que su mirada infinita se posó fija en un punto.
Hace unos días había leído acerca de esa flor.
Sí, era la misma de su libro.
Hace unos días había leído acerca de esa flor.
Sí, era la misma de su libro.
Sonrío, sacó su cámara, y la inmortalizó en una imagen.
Era Rudbeckia hirta.
Su hallazgo de la semana.
Resulta que esta flor, esconde una combinación de provocadores colores, que marcan un camino, para los insectos, hacía los órganos reproductores de la propia flor.
Así se asegura su polinización.
Así se asegura su polinización.
Pero lo curioso de la historia, es que , esos colores no los puede apreciar el ojo humano, tan solo se aprecian a luz ultravioleta!!
Esta vez es mater natura la que nos cierra las puertas!! Pensó. Qué ironía.
Es como sí, a sabiendas de que nos importa un bledo, sus extraños fenómenos, quisiera privarnos definitivamente de ellos, y dejarlos tan solo, a los ojos de a quienes sí les importa.....
Así pues, lo que tus ojos y los míos ven :
Lo que se nos escapa :
Son las guías de la miel.
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