Corría por la arena húmeda del bosque, sus pies golpeaban el
suelo con fuerza y removían la arena
evocando un olor a tierra que le dominaba el cerebro.
Notaba el roce del aire fresco de la mañana sobre su piel
semicubierta erizándole el vello
expuesto.
Cuando paraba para tomar una bocanada de oxígeno sentía como se
formaba una corriente de aire sobre su escote que descendía hasta el final
de su vientre.
Era absolutamente placentero correr con aquella brisa.
Respiraba profundamente y sentía como se habían sumado otros olores al de la
arena. Percibía el eucalipto, la secuoya, el magnolio, el ciprés, el tilo,el
roble…una mezcla excitante que había acelerado su corazón y todo su flujo
sanguíneo.
Estaba a punto de abandonar la carrera por fatiga, le pesaba
todo el cuerpo como si lo hubiesen decorado por el camino con guirnaldas de cemento, pero, tras recibir aquella brisa de olores y sensaciones no pudo más que seguir
corriendo.
Sus piernas se agitaban con fuerza deseando alargar aquel momento
hasta la eternidad, con ansia de que nunca terminase o por lo menos que le
diese tiempo a guardar en su memoria aquel sentimiento placentero.
Era libre por un momento, libre de humos y de ruido, libre
de imagenes egoístas, libre de gritos y de bostezos, libre de críticas, libre
de esperas, libre de alarmas, de exigencias, libre de todo y de todos, tan solo
ella, el entorno y aquel calor interno que se le había formado.
El frío viento besaba
su rostro penetrando en sus ojos,obligándole a derramar algunas lágrimas. Éstas
se paseaban por todo el contorno de sus pómulos, formando un pequeño río que iba a morir a sus
labios. Percibía el gusto salado de aquella agua como si hubiese metido la lengua en el inmenso mar.
Allí estaba ella, con olor a tierra y árboles, con sabor a mar,
con un gran calor interno y un abrigo de aire helado. Era la sensación más
intensa y extraña que jamás había experimentado.
Paró súbitamente, no podía correr más, jadeaba excitada, pues su
cuerpo reclamaba más oxígeno del que le estaba suministrando. Pero ella solo sentía
placer, orgasmo, tal vez el más grande de todos sus orgasmos.
Ni si quiera
cuando se masturbaba y eso que ella se conocía bien,conocía cada parte de sus partes.
Ni si quiera entonces. Aquello había sido algo diferente.
Pensó en los grandes placeres que se pierde la ciudad y se
entristeció.
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