Era una noche fría, el cielo estaba decorado por una luna
llena que lo iluminaba.
Era todo lo suficientemente romántico como para que se diera
esa escena,la siguiente escena:
Ella, vestida
hermosa, de color rojo sangre, pelo suelto, labios brillantes.
Él a su lado, desprendía el calor de mil hogueras. Sus ojos,
reflejo de ese intenso ardor.
Se miraban sin decir nada, se notaba que se deseaban.
Callados e inmutados hasta que se rompió el silencio.
Con voz temblorosa, él dijo : ¿puedo besarte?
Un instante tenso aconteció a la escena tras el cual, ella
rotunda contestó:
-Los besos no se piden.
¿ eso es un sí?
-Eso no es más que un enunciado. Los besos no se piden.
Me estás poniendo nervioso.
Él se acercó tímidamente unos centímetros a ella, la distancia
justa para poder oler el aroma que desprendía su piel, un olor a mujer joven y
viva.
Deseo besarte.
-Los besos no se piden al igual que los besos no se regalan. Los besos
simplemente nacen. Los besos surgen cuando sientes pura atracción hacia una
persona, amor, química, los besos nacen de la pasión loca que se crea dentro de
ti cuando tienes cerca a esa persona, los besos surgen para intentar apagar el
fuego que te quema, los besos surgen
porque tienes sed, por necesidad de agua, necesitas otra piel con la que compartir
la presión intensa de tu pecho.
Ella se acercó un poco más, ahora solo les separaba sus
alientos.
La adrenalina de su sangre provocó un impulso nervioso que
se transmitió de boca en boca como una especie de sinapsis. Ahora estaban
juntos, lo suficiente como para no poder diferenciarlos al uno del otro.
El beso, pura química,los trataba como una fórmula y les
hacía reactivos y productos a la vez de su más ardiente deseo.
Era la
escena que se necesitaba esa noche romántica, ahora sí.
Disfrutarían de ese pequeño amor efímero y platónico, de esos
besos químicos que no se piden, que simplemente nacen, a sabiendas de que, más
tarde, con el tiempo, tendrían que reclamarlos para poder obtenerlos.
Carpe noctem, les dijo la luna.